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La película comienza como todo en Los Angeles: en el freeway. Aquí es en donde Sebastian (Ryan Gosling) conoce a Mia (Emma Stone), con un desdeñoso claxonazo en un embotellamiento que refleja demasiado bien el estancamiento por el que ambos están navegando en sus vidas.

Ambos están enfocados en las casi-imposibles esperanzas que son el alma de esta ciudad; él trata de hacer que a la gente le interese el jazz tradicional, mientras que ella intenta conseguir aunque sea una audición ininterrumpida. Pero ninguno de los dos espera que su profético encuentro los llevaría a tomar riesgos que nunca pudieron tomar por sí solos.

De esta forma, al ir en busca de sus más grandes sueños artísticos, crean su propio prototipo de mundo cinematográfico de ruptura en La La Land: Uno que con luz, color, sonido, música y palabras, se emprende un viaje directamente hacia el éxtasis de la felicidad que perseguimos… y la aflicción de las pasiones que nunca logramos superar.

Transmitiendo claramente sus influencias pero tomando riesgos considerables, La La Land permite a Damien Chazelle prestar homenaje a leyendas del cine al tiempo que emplea su poder actual para lograr que el terreno humano más privado –el territorio de las relaciones íntimas, sueños personales y los cruces de caminos en los que las decisiones hacen que el destino cobre vida– se refleje en la pantalla como un universo palpable y real, pero también encantado.

Chazelle dice: “Para mí, era importante hacer una película sobre soñadores, sobre dos personas que tienen unos sueños gigantes que los motivan, que los unen, pero que también los separan.

La La Land es una película muy diferente a Whiplash en muchas formas. Pero ambas hablan de algo que es muy personal para mí. Como el equilibrar la vida y el arte, los sueños y la realidad y también, específicamente, equilibrar tu relación con tu arte con tu relación con otras personas. En La La Land yo quería contar la historia utilizando música, canciones y baile. Me parece que el musical como género es un gran vehículo para expresar ese acto de equilibrio entre sueños y realidad”, asevera Damien.

Los componentes de la película puede que sean atemporales, pero el productor Marc Platt, un veterano de los musicales en escenario y en cine, se da cuenta de que el enfoque es algo nuevo. Platt se unió a los productores Fred Berger y Jordan Horowitz, quienes desarrollaron el proyecto muy de cerca con Chazelle desde el principio.

“Damien ha revitalizado el género al hacer uso de elementos clásicos, pero utilizándolos de una forma que habla a la vida del Los Angeles contemporáneo. Él exporta los cimientos de las grandes películas viejas hacia algo para una nueva generación” observa Platt.

Para forjar este híbrido de ideas vanguardistas casadas con formas clásicas, Chazelle trabajó con un grupo de colaboradores quienes cada uno trajeron sus imaginaciones a la mesa.

Además de Berger, Horowitz y Platt, incluyen al compositor, Justin Hurwitz, quien toma una asociación creativa que comenzó con Chazelle en sus películas anteriores Whiplash y Guy and Madeline on a Park Bench en la realización de todo un universo musical.

Los letristas de Broadway nominados al Tony y al Emmy, Benj Pasek y Justin Paul, hicieron la mezcla de esta heredera del siglo XXI y la pasaron a Rogers y Hammerstein, quienes pusieron las palabras a las melodías; al productor ejecutivo musical Marius de Vries, quien dirigió la música para la película Moulin Rouge de Baz Luhrmann y colaboró en la banda sonora de Rome + Juliet.

Mientras que la coreógrafa Mandy Moore, quien ha estado popularizando el baile contemporáneo en So You Think You Can Dance, tiene la primera oportunidad de crear números de baile a gran escala y para la pantalla grande.

Hurwitz dice que él y Chazelle, buscaron formas de llevar el lenguaje contemporáneo; los lenguajes musical, visual y emocional, a un género que corre el riesgo de ser nostalgia.

“La idea de hacer no solamente un musical, sino que un musical que trata de las realidades del amor y los sueños en la actual ciudad de Los Angeles, me motivó a mí y a Damien. Los musicales son tan intensificados y nos encanta eso pero también nos gustó la idea de capturar un sentimiento real de vida actual en medio de ese mundo intensificado”, afirma el compositor.

Para Moore, La La Land toma su propio lugar, suspendido en la frontera entre lo actual y lo atemporal, logrando así, mostrar  lo culturalmente relevante que puede ser el matrimonio entre la música, el movimiento, la actuación, el canto y el contar historias.

Redacción (@RevistaExt)
Fotos y Póster: Cortesía

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