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Cartones, basura desperdigada, miados y charolas de huevo son la plataforma del monumento, uno a un tal Juan Rulfo.

El Jardín Juan Rulfo está pasando la glorieta de Insurgentes, en el cruce con Álvaro Obregón. No es grande, tampoco chico; laberinto dentro del laberinto que es la colonia Roma, en la Ciudad de México.

La testa que emana de su obra cumbre, Pedro Páramo, está sobre un pedestal de roca fría, como lo es el frío que vive su abandono que se nota en el agua verde estancada fuera de la fuente.

Fotos: Néstor Ramírez Vega

En este jardín fundado en 1986 están prohibidos los sueños, sus habitantes tienen prohibido soñar. Un hombre enjabona su cuerpo entre los árboles y las farolas. En su pecho lleno de burbujas se reflejan los párvulos rayos del sol, sin importar la gente que avanza sobre Insurgentes. El aire es frío, el ambiente es frío; un joven descansa en una banca envuelto en una sudadera tipo poncho multicolor.

No, los habitantes no están muertos y sí tienen rostro, no como aquellos que vivieron alguna vez en Comala. Ellos son los nadie, quienes no tienen esperanza, ni sueños, ni la muerte segura.

Una nochebuena está oculta entre los arrayanes, al igual que una botella vacía y ebria. El Jardín Juan Rulfo es hoy, 30 años después, un lugar de sombras y recuerdos bajo tierra, como aquellos muertos en el temblor del 85.

Por: Néstor Ramírez Vega (@NestorRV)

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One thought on “Jardín Juan Rulfo, vergel en el olvido

  1. Este parque es sin duda, un sortilegio para narrar; viendo a ese hombre triste y pensativo, fantasmal, en el eterno buscar personajes que adornados con su lenguaje, cotidiano y pueblerino, fenomenal, sus libros abiertos a los cielos nublados o en llamas, incendiados de infernal belleza..,

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