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En México tener androfobia es una exageración justificada. Podría calificarse como discriminación o como radicalismo feminista; sin embargo, en este país cada día son asesinadas siete mujeres –según cifras del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio–, es decir, al año más de 2 mil 500 mujeres sufren una muerte violenta a manos de hombres que les quitaron la vida por el simple hecho de ser mujeres.

Para muchas de ellas, el feminicidio es el final del camino de terror que han vivido, pues la violencia contra nuestro género se representa en forma de humillación, maltrato físico y emocional, hostigamiento y abuso sexual.

Basta con salir a la calle y ser víctimas de esta violencia en todas sus expresiones. Las historias se repiten entre nosotras, algunas más desafortunadas que otras, pero todas y cada una somos agregadas a una estadística que coloca a México como uno de los 25 países más peligrosos del mundo para la mujer, según un estudio de la ONU en el que este país comparte la lista con naciones como Honduras, Guatemala, Venezuela, Colombia, Puerto Rico y El Salvador.

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Tener androfobia es un mal que nos lleva a realizar acciones innecesarias que vulneran nuestros derechos y libertades, como utilizar los espacios exclusivos para mujeres en el transporte público aún sin ser horas pico; odiar los fines de semana o días festivos cuando no se aplica esta distinción en el transporte; o simplemente cambiar de ruta para ir al trabajo –o regresar a casa– para así evitar una nueva agresión.

Sin dejar de lado que casi tenemos prohibido salir de noche o vestirnos de cierta forma, pues muchas víctimas de violación sexual son señaladas por ‘buscarse’ la agresión.

Además de que la ONU colocó a México en 2015 como unos de los países más peligrosos para este sector; también dio cuenta de la impunidad que sufren las mujeres violentadas sexualmente. Cada año se presentan aproximadamente 15 mil denuncias por violación, de las cuales sólo un 20 por cierto recibe sentencia.

Tomando en cuenta que este país se caracteriza por la desconfianza en las autoridades que ha llevado a los ciudadanos a evitar la denuncia, la cifra real de víctimas podrían aumentar de forma alarmante.

Un feminicidio o una violación sexual son agresiones que por sí solas representan un peligro extraordinario para nosotras, el miedo es latente, salir a la calle, estar en el trabajo o la escuela, asistir a una reunión familiar o de amigos, son situaciones que podrían convertirse en parte de un escenario de misoginia, aunque pareciera dramatismo yo prefiero llamarlo realidad.

Por: Estefany Enciso
Fotos: Especiales

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