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La muerte no es algo terrorífico de lo que hay que huir para que no te pase, es algo que debemos enfrentar. Y que esta puesta en escena lo exponga de una de las maneras más dulces y conmovedoras posibles, logra que todo público mayor a los 10 años se sumerja en una historia donde lo triste es esperanzador… y viceversa.

Nata (una vertiginosamente divertida Sara Pinet) es una adolescente introvertida (en lo público) y extrovertida (en lo privado), lo cual aunque podría parecer contradictorio tiene una lógica evidente; muchos de los aspectos que rodean su vida la han convertido en una chica extremadamente inteligente, para sus 12 años, y el contacto tan cercano a la muerte de seres queridos, la han hecho retraerse de un mundo que difícilmente la podría acoger con facilidad.

Por eso un día cualquiera, Nata abandona a su adorable perro Toto (extraordinario y divertidísimo Raúl Villegas), un tierno cachorro que la seguiría hasta el fin del mundo. Pero como el miedo se empieza a apoderar de ella, cree que él también “la abandonará”, así que decide dejarlo ella primero.

Así da comienzo un relato que se divide en dos, para adentrarnos en el presente y en el pasado de una adolescente y un can que no deberían estar separados, pero los demonios internos de los seres humanos, generalmente, nos dominan fácilmente, orillándonos a un auto-exilio que, de no abandonar, nos podría terminar convirtiendo en lo todo lo que decimos que no queremos.

A esta encantadora obra de teatro se le suman, por si no fuera suficiente con los cautivadores multi-personajes (alrededor de 14) de Pinet y Villegas, melodías en directo que desarrollan dos músicos en escena (David Ortíz y Ricardo Estrada), con base en sus voces, melódica, guitarra, pedales y un extrañísimo instrumento de origen turco, yaybahar (se lee yaibajar).

Éste último, es el que más llama la atención pero ninguno es tan estruendoso como para distraernos de la trama, al contrario, forman parte de un complemento perfecto para sumergirnos en estados de ensueño, angustia, duda, gozo y un poquito de sufrimiento.

Triste, pero sobre todo conmovedora y dulce, es esta extraordinaria puesta en escena idónea para un público joven, amantes de los animales y familias enteras; cuya narración escénica se desarrollará de forma distinta en cada una de las personas que la vivan.

Por: Ángel Caballero
Fotos: Cortesías


Todos los sábados y domingos de febrero, marzo y hasta el 23 de abril a las 13:00 horas en La Teatrería (Tabasco 152, Col. Roma Norte). Entrada General: $200.

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