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-var-www-web.almadia.com-public_html-es-imagenes-9786079-978607970142México tuvo su Jack The Ripper el mismo año en que éste causó terror en las prostitutas de Inglaterra. Carne de ataúd (Almadía, 2016) es la novela más reciente de Bernardo Esquinca, donde aborda la historia de “El Chalequero”, el primer asesino serial de México.

Esta obra apoyada en el caso de Francisco Guerrero, verdadero nombre del delincuente, es la precuela de La octava plaga (Zeta, 2011) y Toda la sangre (Almadía, 2013). La trilogía forma la saga Casasola, donde el personaje principal es un periodista de nota roja. Sin embargo, en esta obra éste no aparece como protagonista, sino gira alrededor de su abuelo, un reportero que trabaja para diarios oficiales de la época: El Imparcial El Nacional.

Carne de ataúd lleva de la mano al lector a través de tres tiempos diferentes que se vuelven uno, no sólo por el hilo narrativo sino porque el pasado se vuelve el presente de la historia, pero también el de nuestra historia. En este relato la ficción pasa por realidad debido a su sólida documentación y la aparición de personajes históricos.

El ex presidente Porfirio Díaz, el revolucionario Francisco I. Madero, el director de El Imparcial Rafael Reyes Espíndola, y el abuelo de Octavio Paz, Ireneo Paz, son algunos de los personajes que, sea largo o corto su papel en la historia, dan vivacidad y verosimilitud al texto, haciendo necesaria la separación entre lo que es cierto y lo que no.

No es una novela histórica, aunque diferentes pasajes y referencias sí lo son. Esquinca pone en nuestras manos una fotografía del Porfiriato, una instantánea donde podemos conocer cómo se veían las cantinas de la época, las farolas iluminadas con petróleo con cucarachas volando alrededor, y los fumadores de opio en el Callejón de la Condesa, pero también la fuerza del espiritismo y la magia dentro de la creencia popular y su importancia dentro de la política.

El diseño editorial es exquisito, mostrando en la imagen de camisa una fotografía original de “El Chalequero”, y en la primera y cuarta de forros un grabado de José Guadalupe Posada del mismo delincuente. El estilo del autor es sencillo, pero a la vez recuerda la forma en que escribían a finales del siglo XIX e inicios del XX. Hay un gran dominio de las voces narrativas y la forma de diario involucra al lector en un proceso íntimo, a conocer cada detalle psicosocial de Eugenio.

Con Carne de ataúd uno puede tomar aprecio, o interés, por la nota roja debido a los extractos informativos de la época, pero en especial por mostrar estos casos en un punto intermedio, sin mostrar una bufonada ni una rigurosidad en la información.

Con la precisión y la investigación del periodismo estamos ante una obra que se vuelve histórica por rescatar las voces mágicas del México del siglo XIX-XX, pero también un libro que se vuelve actual por el asesino que está suelto.

Por: Néstor Ramírez Vega (@NestorRV)
Laberinto Cultural

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