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laberinto_cultural

 

Por Néstor Ramírez Vega
@NestorRV

El ciclo “Lo Joven y lo Clásico”, que realizará la Coordinación Nacional de Literatura del INBA con la devoradora editorial Penguin Random House, parece una oportunidad para que lectores puedan profundizar en la lectura de los grandes clásicos de la literatura universal.

La propuesta está sobre la mesa, pero el lector tiene la última palabra. Es inevitable enaltecer libros como el Quijote de Cervantes o Guerra y Paz de Tolstoi, pero es necesario bajarlos del pedestal del tiempo para quitar el temor imperante en los jóvenes.

dracula (1)

La revisión de Drácula, de Bram Stoker, permite la comprensión y goce de la literatura epistolar. En la editorial Colofón aparece un ensayo de Joseba Buj esclarecedor y demoledor hacia la figura del vampiro contemporáneo, el denominado pop vampire.

Es el nuevo discurso, la actual idealización de un ser que está más allá del ser humano, pero que fracasa al desechar la violenta seducción de la figura milenaria, que niega a la áurea Lilith, a la lesbiana Carmilla, al nosferatu Drácula.

La intimidad creada por Stoker a través de los diarios y cartas es de una fuerza que vuelve adicto al lector, lo seduce con unos ojos rojos como el atardecer mientras roba la vida de su víctima, mas no el espíritu. Cuando Meyer realizó algo similar en Luna Nueva, simplemente fue un fracaso pues no había una conexión, el lector no puede sentir el miedo de un ente escurridizo, del que se llega a conocer poco a través de los mitos.

El romanticismo que aparece en Drácula cae también en la crítica que hace Stoker, en ese detenimiento que aparece en el tiempo, pues en la época del progreso científico y de las ideas los demonios del pasado, de un lejano oscurantismo, vuelven a encerrar el mundo en su niebla.

La lectura de un clásico no impulsa automáticamente a la intelectualidad, sino permite que el lector exija a los autores una historia más firme, atractiva, y en especial verosímil, no quedarse en lo melifluo y lo pre-fabricado. Porque si bien es cierto que los vampiros no existen, lo que logra el conde Drácula es cuestionar a los hombres de ciencia.

Eso hace un buen libro, un clásico, orilla al lector a creer en lo increíble.

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